SECCIÓN: A LEER QUE SON DOS DÍAS.
HUIDA
CAPITULO 9
Sábado 29 de Noviembre de 2014
Una vez que comprobó que no estábamos heridos se quitó la mascara anti-gas. Era un chico joven, no tendría mas de 25 años. Nos pregunto de donde veníamos y que hacíamos allí. Le explique que estuvimos atrincherados en el edificio donde vivíamos en Zaragoza hasta que decidimos intentar huir.
También le conté todo lo que habíamos visto por la carretera al salir de allí. Seguía apuntándonos con su arma. En la solapa del chaquetón tenia un parche con el apellido De Guzmán. Nos dijo que habíamos tenido mucha suerte. Que Zaragoza, como la mayoría de ciudades se había perdido en pocos días.
Cuando el gobierno al completo había caído, el ejercito empezó a tomar las decisiones. La primera fue intentar recuperar las ciudades. Cuando llegaron la situacion ya era incontrolable. Nos estuvo contando durante varias horas como primero intentaron entrar en la ciudad, al no poder intentaron contener a los rabiosos tomando posiciones en el perímetro de esta.
Finalmente se optó por la retirada y tratar de acabar con el mayor numero posible de infectados. Nos contó que el pertenecía al regimiento de NBQ nº1 de Valencia “El Defensor”. Se estaba haciendo de noche. Nos ofreció un par de bolsas de frutos secos y snacks ademas de un par de botellas de agua. Las cogimos sin dudar.
Nos explico que por el momento nosotros dormiríamos allí y que el lo haría en la planta superior. Le pedí que me devolviese el arma. Se negó. Subió a la planta superior y pudimos escuchar como cerraba la puerta con algún tipo de cerrojo. Inspeccionamos la planta de la gasolinera en la que estábamos. Tan solo una cristalera y una reja que no parecía que fuese a aguantar mucho nos separaban de los rabiosos. Había varias estanterías y un par de de neveras vacías. Decidimos dormir tras el mostrador.
Domingo 30 de Noviembre de 2014
Me desperté con el sonido de motor, había al menos un par de coches circulando cerca de allí. Acto seguido escuché el cerrojo de la puerta y el militar bajo rápidamente y nos pidió que lo acompañásemos en silencio. Subimos arriba.
Era una habitación de apenas cinco metros cuadrados. Tenia varias armas apoyadas en la pared, un saco de dormir, una radio de campaña y una estantería llena de comida y varias botellas de agua. Nos indicó por gestos que nos agachásemos y abrió una puerta que daba al tejado de la gasolinera. Salimos y nos quedamos junto a la pared agachados.
Nos indicó hacia la carretera. Dos todo-terrenos se iban abriendo paso entre los rabiosos. Cuando intente levantarme para tratar que me viesen, el militar me paró con su brazo. Seguí mirando los todo terrenos. Uno de ellos llevaba atada a una persona en la parte de atrás. Era una mujer. Las piernas iban arrastrando por el suelo, dejando un reguero de sangre a su paso.
Gritaba sin cesar, era un grito muy humano, no estaba infectada. Poco a poco se fueron alejando y nosotros volvimos a entrar en la gasolinera. Pregunte por que la llevaban así, no podía entenderlo. De Guzmán nos explico que llevaba varios días observándolos, y que por eso el día de antes pudo vernos y ayudarnos. Eran saqueadores. Gente que había conseguido sobrevivir gracias a una violencia extrema.
Parte de su unidad habían muerto por culpa de ellos. Cayeron en una trampa al intentar ayudar a varias personas que encontraron en la carretera. El pudo escapar y esconderse. Mas tarde volvió y pudo recuperar varias armas entre los cadáveres de sus compañeros. Ahora sabíamos que los rabiosos no era lo único que teníamos que temer.
Fueron pasando los días. Javi y yo seguíamos durmiendo abajo. De Guzmán cada día nos bajaba algo de comida. El menú no era muy variado; bolsas de snacks, frutos secos, galletas y gominolas. La verdad es que ya había pasado por esta situacion, y sabia que tarde o temprano agotaríamos la comida y el agua. A diario avasallaba a preguntas al militar.
Le pregunté si sabía por que se había producido todo. Si era algún tipo de virus, si había sido a escala mundial… Lo ultimo que les dijeron a su unidad es que se trataba de un agente químico fabricado por el hombre, y lo que era mucho mas importante, que se contagiaba por la saliva. No sabia si los animales podían transmitirla, aunque si sabia que no se contagiaban.
David Tello
SECCIÓN: A LEER QUE SON DOS DÍAS.
HUIDA
CAPÍTULO 8
Sábado 29 de Noviembre de 2014
Aprovechando los pocos edificios que encontrábamos y siempre tratando de avanzar algo alejados de la carretera pero sin perderla de vista, utilizándola como referencia para no acabar en medio de ninguna parte. Llegamos hasta un polígono industrial.
Hable con Javi y decidimos atravesarlo, ya que rodearlo nos llevaría demasiado tiempo y empezábamos a estar bastante cansados. Junto a una de las naves había bastantes coches aparcados.
Pensé que era una lastima no saber hacerle el puente a un coche como siempre hacen las películas. Aceleramos el paso, ya que a más coches más posibilidad de rabiosos.
Cuando ya casi habíamos terminado de cruzar el polígono, un rabioso empezó a golpear una puerta acristalada. Por suerte estaba cerrada, aunque los golpes atrajeron algunos rabiosos que salieron de lo que debió ser un de taller de ferralla.
Debían de ser 6 ó 7 al menos. Enseguida nos vieron y empezaron a venir hacia nosotros. Empezamos a correr entre las calles del polígono para tratar de perderlos de vista. No corrían demasiado. Cuando casi los habíamos despistado empezaron a gritar.
Eran gemidos desgarradores que se clavaban en la cabeza. Pronto empezaron a salir rabiosos de todas las naves. No tuvimos mas remedio que dirigirnos hacia la carretera. Sabia que allí nos encontraríamos más pero era la única posibilidad que teníamos.
Logramos esquivar un par de rabiosos que estaban justo en la entrada del polígono. Javi me tomo un poco de ventaja. Cada vez que parecía que nos distanciábamos de los rabiosos, otros nuevos se unían a nuestra persecución.
Uno de ellos llego a colocarse entre Javi y yo. Saque el revolver y sin dejar de correr le volé la cabeza de un disparo. Al escucharlo Javi se detuvo en seco. Se giro y enseguida comprendió la situación. Espero hasta que estuve a su altura y continuamos corriendo.
Después de llevar al menos un par de kilómetros corriendo seguíamos teniendo a varios detrás de nosotros. Poco a poco nosotros íbamos bajando el ritmo. No tardarían mucho en alcanzarnos.
Mire hacia detrás y apenas los teníamos a unos metros. Me gire y vacié el tambor del revolver. De los 5-6 rabiosos que nos estaban alcanzando derribe a dos de ellos. Al volver a girarme para seguir corriendo me trastabille con mis propias piernas y caí al suelo.
Intente levantarme lo mas rápido posible, pero ya tenia prácticamente encima a un rabioso. Tenia la piel de la cara morada, seguramente por el frio. Contrastaba con la sangre que chorreaba por su barbilla.
Tenía varias heridas en las mejillas. Como si alguien se las hubiese hecho tratando de defenderse. Ademas las heridas se le habían infectado, con partes de la piel que se le había caído por la gangrena.
Pude sacar la defensa de mi cinturón, aunque lo tenia tan encima que solo la pude usar para intentar mantenerlo lo mas alejado posible de mi. Lo tenia encima mio y podía incluso sentir su aliento.
Vi por detrás suyo que llegaba otro rabioso. Mire hacia atrás y vi como Javi dudaba si venir a ayudarme o no, después siguió corriendo hacia adelante. No lo culpo. Hacia solo un par de horas que habíamos pasado de los del autobús, yo mismo en su lugar habría hecho lo mismo.
El instinto de supervivencia del ser humano funciona así. Y eso mismo es lo que había conseguido que sobreviviéramos. Al menos hasta ahora… En ese mismo momento se escucho un sonido seco precedido de un zumbido, casi imperceptible.
El rabioso que tenia encima cayo hacia un lado con la cabeza sangrando. Otros dos sonidos similares y el otro rabioso que se estaba acercando cayo al suelo fulminado. Pude ver como recibía dos impactos, uno el hombro y otro en la cabeza.
Me incorpore y comencé a correr de nuevo hacia donde estaba Javi. Se escucharon varios zumbidos mas. Gire la cabeza y vi como habían caído todos los rabiosos que nos seguían. Mire en todas las direcciones.
Estaba desconcertado. A 300 metros había una gasolinera. Sobre ella me pareció ver un reflejo. No era casual, alguien nos estaba haciendo señas con una linterna desde el tejado. Le hice una seña a Javi para que se fijase y fuimos los dos hacia allí.
Al acercarnos la persiana se subió y pudimos pasar al interior. La persiana volvió a bajar. Una vez dentro salio de detrás del mostrador un militar. Llevaba el típico traje de camuflaje de color verde, botas de invierno y mascara NBQ cubriéndole la cara.
No llevaba ninguna insignia ni distintivo. Nos apuntaba con un fusil de asalto g36. Me pidió que dejase mi arma en el suelo y se la acercase con el pie. Lo hice sin dudar. Después nos pidió que levantásemos los brazos y girásemos sobre nosotros mismos.
David Tello
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HUIDA:
CAPÍTULO 7
Viernes 28 de Noviembre de 2014
Después de comprobar que estábamos los dos bien, intente arrancar el coche. Hasta el tercer intento no lo conseguí. Fuimos sorteando las barricadas y los coches que nos íbamos encontrando a nuestro paso ademas de atropellar algún que otro rabioso que aparecía entra la niebla.
Según nos acercábamos a la salida de Zaragoza cada vez nos encontrábamos más coches en la carretera. Poco a poco la niebla se iba levantando y la imagen que teníamos a nuestro alrededor era grotesca: coches por todas partes, algunos de ellos convertidos en tumbas de hierro, otros con rabiosos en su interior todavía vivos.
Algunos coches acribillados a balazos o todavía en ardiendo. Vehículos militares de todo tipo, tanques abandonados a su suerte y decenas de rabiosos deambulando entre todos ellos. Cada vez era mas difícil y peligroso avanzar. Nos vimos obligados a salir por una vía de servicio de la carretera de Castellon. Por donde pasábamos atraíamos a los rabiosos. Se agolpaban en la mediana que separa la carretera de la vía de servicio.
Algunos después de golpearse con esta, caían torpemente al otro lado. Nosotros solo nos limitábamos a huir, dejándolos atrás. Tras recorrer varios kilómetros vimos una concentración un poco mayor de rabiosos. Al acercarnos vimos que estaban todos alrededor de un autobús. Sobre el techo se distinguían 3 siluetas que empezaron a gritar y agitar los brazos nada mas vernos. Parecían muy cansados. El interior del autobús estaba lleno de rabiosos.
Sobre el techo también había varios cuerpos desnudos. Seguramente tuvieron que quitarles la ropa para poder soportar el frio de la noche. Nada más parar para intentar ayudarles algunos rabiosos se percataron de nuestra presencia y vinieron hacia nosotros. Uno de ellos avanzaba mas rápido que el resto. Paso la mediana y me obligo a acelerar para atropellarlo, lo que llamo la atención de mas rabiosos.
No podíamos ayudarles, así que continuamos antes de que los rabiosos nos pusieran cerco a nosotros también. Por el retrovisor vi como uno de los supervivientes del autobús caía de rodillas al tiempo que dejaba de mover los brazos, entendiendo que no íbamos a intentar ayudarles. Un poco mas adelante empezamos a ver una gran columna de humo negro.
La fabrica de cerveza de La Zaragozana estaba en llamas. Se escuchaban pequeñas explosiones, al tiempo que los barriles de cerveza salían volando como si fueran enormes proyectiles de mortero. En aquella fabrica debía de haber miles de barriles que salían despedidos en todas direcciones.
Apenas a 25 metros de nosotros cayó uno sobre un rabioso, aplastándole la mitad superior del cuerpo. El resto del cuerpo se desplomo sobre la carretera, completamente inerte. Los barriles seguían cayendo a nuestro alrededor, parecía una lluvia de meteoritos. Al tratar de esquivarlos nos fuimos a la cuneta.
El coche se quedo encallado. Esta vez no hubo manera de volver a arrancarlo. Salimos del coche y seguimos a pie lo mas rápido posible, y siempre mirando hacia el cielo de reojo para que nos cayese un barril encima. Avanzamos unos 100 metros pegados a la vía de servicio. Ya habíamos salido del radio de alcance de los barriles. Nos íbamos escondiendo de los pequeños grupos de rabiosos que había por la carretera.
David Tello