HUIDA Capitulo 8 (David Tello)
SECCIÓN: A LEER QUE SON DOS DÍAS.
HUIDA
CAPÍTULO 8
Sábado 29 de Noviembre de 2014
Aprovechando los pocos edificios que encontrábamos y siempre tratando de avanzar algo alejados de la carretera pero sin perderla de vista, utilizándola como referencia para no acabar en medio de ninguna parte. Llegamos hasta un polígono industrial.
Hable con Javi y decidimos atravesarlo, ya que rodearlo nos llevaría demasiado tiempo y empezábamos a estar bastante cansados. Junto a una de las naves había bastantes coches aparcados.
Pensé que era una lastima no saber hacerle el puente a un coche como siempre hacen las películas. Aceleramos el paso, ya que a más coches más posibilidad de rabiosos.
Cuando ya casi habíamos terminado de cruzar el polígono, un rabioso empezó a golpear una puerta acristalada. Por suerte estaba cerrada, aunque los golpes atrajeron algunos rabiosos que salieron de lo que debió ser un de taller de ferralla.
Debían de ser 6 ó 7 al menos. Enseguida nos vieron y empezaron a venir hacia nosotros. Empezamos a correr entre las calles del polígono para tratar de perderlos de vista. No corrían demasiado. Cuando casi los habíamos despistado empezaron a gritar.
Eran gemidos desgarradores que se clavaban en la cabeza. Pronto empezaron a salir rabiosos de todas las naves. No tuvimos mas remedio que dirigirnos hacia la carretera. Sabia que allí nos encontraríamos más pero era la única posibilidad que teníamos.
Logramos esquivar un par de rabiosos que estaban justo en la entrada del polígono. Javi me tomo un poco de ventaja. Cada vez que parecía que nos distanciábamos de los rabiosos, otros nuevos se unían a nuestra persecución.
Uno de ellos llego a colocarse entre Javi y yo. Saque el revolver y sin dejar de correr le volé la cabeza de un disparo. Al escucharlo Javi se detuvo en seco. Se giro y enseguida comprendió la situación. Espero hasta que estuve a su altura y continuamos corriendo.
Después de llevar al menos un par de kilómetros corriendo seguíamos teniendo a varios detrás de nosotros. Poco a poco nosotros íbamos bajando el ritmo. No tardarían mucho en alcanzarnos.
Mire hacia detrás y apenas los teníamos a unos metros. Me gire y vacié el tambor del revolver. De los 5-6 rabiosos que nos estaban alcanzando derribe a dos de ellos. Al volver a girarme para seguir corriendo me trastabille con mis propias piernas y caí al suelo.
Intente levantarme lo mas rápido posible, pero ya tenia prácticamente encima a un rabioso. Tenia la piel de la cara morada, seguramente por el frio. Contrastaba con la sangre que chorreaba por su barbilla.
Tenía varias heridas en las mejillas. Como si alguien se las hubiese hecho tratando de defenderse. Ademas las heridas se le habían infectado, con partes de la piel que se le había caído por la gangrena.
Pude sacar la defensa de mi cinturón, aunque lo tenia tan encima que solo la pude usar para intentar mantenerlo lo mas alejado posible de mi. Lo tenia encima mio y podía incluso sentir su aliento.
Vi por detrás suyo que llegaba otro rabioso. Mire hacia atrás y vi como Javi dudaba si venir a ayudarme o no, después siguió corriendo hacia adelante. No lo culpo. Hacia solo un par de horas que habíamos pasado de los del autobús, yo mismo en su lugar habría hecho lo mismo.
El instinto de supervivencia del ser humano funciona así. Y eso mismo es lo que había conseguido que sobreviviéramos. Al menos hasta ahora… En ese mismo momento se escucho un sonido seco precedido de un zumbido, casi imperceptible.
El rabioso que tenia encima cayo hacia un lado con la cabeza sangrando. Otros dos sonidos similares y el otro rabioso que se estaba acercando cayo al suelo fulminado. Pude ver como recibía dos impactos, uno el hombro y otro en la cabeza.
Me incorpore y comencé a correr de nuevo hacia donde estaba Javi. Se escucharon varios zumbidos mas. Gire la cabeza y vi como habían caído todos los rabiosos que nos seguían. Mire en todas las direcciones.
Estaba desconcertado. A 300 metros había una gasolinera. Sobre ella me pareció ver un reflejo. No era casual, alguien nos estaba haciendo señas con una linterna desde el tejado. Le hice una seña a Javi para que se fijase y fuimos los dos hacia allí.
Al acercarnos la persiana se subió y pudimos pasar al interior. La persiana volvió a bajar. Una vez dentro salio de detrás del mostrador un militar. Llevaba el típico traje de camuflaje de color verde, botas de invierno y mascara NBQ cubriéndole la cara.
No llevaba ninguna insignia ni distintivo. Nos apuntaba con un fusil de asalto g36. Me pidió que dejase mi arma en el suelo y se la acercase con el pie. Lo hice sin dudar. Después nos pidió que levantásemos los brazos y girásemos sobre nosotros mismos.
David Tello