PELÍCULA RECOMENDADA (Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura)
Yo capitán Matteo Garrone(2023) – Italia
Después de ver Yo capitán, la última película de Matteo Garrone, uno de mis directores actuales favoritos, me vino a la cabeza el título de una canción de la banda granadina Niños Mutantes, «Capitán cobarde». Esa es precisamente la sensación que me dejó el filme de un director al que yo suponía, iba a ser más comprometido con la causa. Después de haber sufrido y disfrutado al mismo tiempo del hiperrealismo de películas tan recomendables como Gomorra (2008), o Dogman (2018), me esperaba una denuncia sin ambages de la inmigración que tantas tragedias causa diariamente y nos toca tan de cerca.
No quiero que penséis que Yo capitán no merece la pena, al contrario, debería ser de obligada proyección en los colegios. Pero me da la impresión de que en esta ocasión, Matteo Garrone se ha centrado más en el continente que en el contenido, y le ha dado a la película un aire de superproducción que no le sienta nada bien. Eso sí, la excepcional fotografía, hará que disfrutes de los bellos paisajes del desierto de Libia y de la colorida Dakar en Senegal, origen de Seydou y Moussa, los dos protagonistas del filme.
Por un lado, me parece interesante la propuesta del director de presentarnos a unos chavales que ven Europa como el lugar donde van a poder cumplir sus sueños, porque esa mirada no está puesta desde la desesperación, el hambre, las guerras o la persecución política. A Seydou y Moussa no les falta el plato de comida en su casa, tienen móvil y, en teoría, información de la odisea que puede suponer para un africano el intentar llegar de manera ilegal al continente europeo. Pero curiosamente tienen una visión todavía más idílica de Europa que la que podría tener alguien de una pequeña aldea perdida sin acceso a los medios. ¿Es por inconsciencia juvenil, o quizás por las noticias que llegan a los móviles de estos jóvenes, que son señuelos programados por lobbies interesados? Es una pena que el director no nos lo aclare.
Por otro lado, los chavales que durante meses trabajan a escondidas de sus familias para ahorrar el dinero que los lleve a Europa, reciben todo tipo de avisos, empezando por su propia madre, de que el sueño europeo es una estafa. Muchos conocidos se fueron para poder ayudar económicamente a sus familias en África y nunca más se supo de ellos. Incluso una persona que colabora con las mafias les alerta de que no intenten hacer ese viaje, cosa que me parece inverosímil en la vida real. A pesar de eso, los jóvenes deciden emprender el viaje, ya que, en teoría, sus infantiles sueños de triunfar en el mundo de la música y ganar mucho dinero pesan más que todas las advertencias recibidas. La candidez y la irrealidad en la que viven Seydou y Moussa me recuerdan peligrosamente a las de la generación Alpha (hijos de los millennials), cuyo único objetivo parece ser convertirse en youtubers de éxito. Quizás el temprano y exhaustivo contacto que han tenido con los dispositivos móviles haya influido en ello.
A partir de aquí poco más os puedo contar; empieza un viaje en el que, ahora sí, Matteo Garrone nos muestra la odisea que tienen que pasar los dos muchachos para intentar llegar a su soñado destino. Es sin duda la mejor parte de la película, incluso el director intenta rebajar la dureza de la misma recurriendo al realismo mágico en los momentos de mayor desesperación de Seydou. Descubriremos cómo funciona la maquinaria perfectamente engrasada de las mafias que se lucran a costa del sufrimiento y la necesidad de los inmigrantes, dirigiéndolos a un callejón sin salida con una impunidad y una falta de escrúpulos escalofriante.
Otro aspecto que me parece cuanto menos curioso es que en la película no se señale a la política de ningún país europeo. Es más, no se ve a ningún blanco en todo el metraje, no vaya a ser que incomode a los espectadores del primer mundo que vayan a verla. A pesar de todo, os recomiendo que le deis una oportunidad a Yo capitán, si puede ser en compañía de vuestros hijos, mejor. Os hará reflexionar, aunque sea desde un cómodo y confortable sillón.
PELÍCULA RECOMENDADA (Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura)
El triángulo de la tristeza Ruben Östlund (2022) – Suecia
El director sueco Ruben Östlund se ha convertido en el «enfant terrible» del cine europeo, cada película que hace es una carga de profundidad contra la línea de flotación del capitalismo salvaje que impera en nuestros días. En esta ocasión, para su película El triángulo de la tristeza, ha elegido a la clase pudiente para lanzar sus dardos envenenados sin ningún tipo de disimulo.
Aparte de seguir arrasando en el Festival de Cannes, donde volvió a llevarse la Palma de Oro, premio que ya logró con su película anterior The square (2017), Östlund regresa sembrando la polémica entre la crítica y el público (creo que es justo lo que buscaba). El triángulo de la tristeza es su película más provocadora, descarada, satírica y ácida hasta la fecha. Aunque a veces pueda parecer que las situaciones sean muy forzadas, y nos muestre claramente su filiación política, también nos deja entrever su misantropía, que hace que todos los personajes que aparecen en la película tengan sus debilidades. Con Ruben Östlund tras la cámara no se salva nadie, y es justo reconocer en mi modesta opinión que ese es el punto más fuerte de su cine.
Me alegra particularmente que la reputación de Östlund vaya creciendo exponencialmente con cada filme que rueda, y creo que El triángulo de la tristeza es su película más completa hasta la fecha. Aunque no podría dejar de recomendar Fuerza Mayor (2014) reseñada anteriormente en esta publicación, Play (2011) o la antes mencionada The square (2017).
El triángulo de la tristeza empieza dando palos al superficial, hipócrita y artificioso mundo de la moda y la publicidad. Allí conoceremos a Carl, un modelo al que le van bien las cosas, y que tiene una relación con la influencer Yaya. A partir de entonces, nos serán contados en tres actos las peripecias que vivirá esta glamurosa pareja, y que os aseguro no tienen ningún desperdicio. Seguro que viéndola os recordará a la película Parásitos (2019), o a la novela El señor de las moscas. Incluso en un momento hay un velado homenaje a El sentido de la vida (1983) de los maravillosos Monty Python.
El título de la película hace referencia a ese pequeño triángulo de arrugas que se forma entre la frente y el entrecejo. A más preocupaciones, más pliegues te saldrán en esa zona. Seguro que después de leer estas últimas líneas acabas de ir a comprobar en el espejo tu grado de preocupación vital. Me imagino el resultado, lo siento.
Rodada en lugares tan paradisíacos como la isla Eubea en Grecia, a bordo del yate «Cristina O» que fuese construido en su día para el mismísimo Aristóteles Onassis. Cuenta con un elenco de actores no muy conocidos (exceptuando a Woody Harrelson, que por cierto hace un gran papel), pero que rayan a gran altura, destacando a Dolly De Leon que interpreta a Abigail, Zlatko Buric que hace de Dimitry, o la prometedora actriz sudafricana Charlbi Dean que desgraciadamente murió poco después de terminar el rodaje de la película con tan sólo 32 años de edad.
PELíCULA RECOMENDADA (Artículo incluido en la publicación Compromiso y Cultura)
El hoyo
Galder Gaztelu-Urrutia (2019) – España
Los directores de cine españoles son unos maestros cuando se trata de espacios reducidos, ya lo demostró en su día Mercero en La cabina, Amenábar en Tesis y Los otros, Rodrigo Cortés en Buried (Enterrado) y qué decir de Luis Buñuel con El Ángel exterminador. Pues bien, a estos nombres habrá que añadir el de Galder Gaztelu-Urrutia con su ópera prima El hoyo que va a aumentar nuestra claustrofobia a niveles desesperantes. Ahora que los escape-room triunfan allí donde se abren, la propuesta de El hoyo podría servir para llevar al extremo un proyecto de este tipo de salas; también nos recuerda a la serie Black mirror y, por supuesto, a la película de culto Cube. Y si a todo ello le sumas una buena ración de gore estilo Saw, pues se nos queda una interesante película llena de tensión y de mucha más carga filosófica, crítica y política de lo que pueda llegar a parecer, así que no te esperes la típica película de terror para adolescentes: El hoyo tiene muchas lecturas que un buen aficionado al cine debería descubrir.
El argumento es pura ciencia ficción -o no-. Nos presenta un futuro distópico en el que personas que han cometido crímenes u otras que quieren conseguir un certificado están encerradas en el hoyo, una gigantesca mole de cientos de niveles, en los que en la parte central hay una plataforma que se llena de comida y va bajando para ir alimentando los distintos niveles. Obviamente conforme va bajando de nivel va quedando menos comida, por cada nivel hay dos personas que no se conocen y que cada cierto tiempo se despertaran en un nivel y con una compañía diferente. Como dice uno de los personajes de la película: «en el hoyo sólo hay tres tipos de personas: los de arriba, los de abajo, y los que caen». Está claro que si estás en los niveles de arriba, tendrás comida de sobra y ningún problema con tu compañero de nivel, pero ¿qué ocurrirá cuando te encuentres en los niveles más bajos y no llegue apenas comida?. Con este sencillo argumento El hoyo traza multitud de paralelismos con nuestro sistema de clases sociales, el económico, incluso hace referencia a las religiones, pero también es todo un tratado sobre la naturaleza del ser humano. Veremos cómo la misma persona se comporta de una u otra manera según las cosas vayan bien o mal dadas, o cómo el individuo puede pasar de ser solidario a egoísta en un abrir y cerrar de ojos.
Así que quizás ni la película nos hable del futuro, ni mucho menos sea tan distópico como quiera aparentar, quizás estemos todos aquí y ahora dentro del hoyo, quizás tengamos la suerte de estar en los niveles intermedios donde podemos ir saliendo del paso sin necesidad de interactuar con nuestro vecino de nivel, así menos problemas, el que esté más abajo que se busque la vida y nosotros a ver si tenemos la suerte de que nos toque la lotería y podamos subir a un nivel más alto y cómodo. También podemos hacer como Goreng, el protagonista, que va aprendiendo cómo funciona el hoyo e intentará cambiar el sistema desde dentro. ¿Podrá hacerlo solo, conseguirá apoyos?. Eso es lo que tendremos que descubrir viendo esta angustiosa, claustrofóbica y perturbadora película que llega al notable, al igual que su banda sonora, pero que quizás nos descoloque con un final bastante desconcertante en mi opinión.
Hacia rutas salvajes
Sean Penn (2007) – Estados Unidos
Escrita y dirigida por Sean Penn. 2007 (Basada en el libro de Jon Krakauer, Hacia rutas salvajes).
Cómo empezar a hablar de una película como esta… a mí me dejó fascinada desde el primer momento, y estoy segura de que a nadie le va a dejar indiferente.
A muchos les cautivará el viaje emprendido por el protagonista, Christopher McCandless (interpretado excelentemente por Emile Hirsch, tan involucrado en el papel, que terminas por pensar que él es el verdadero personaje), para vivir una experiencia única, renunciando a todo, en defensa de la libertad a decidir qué hacer con tu vida, junto a la de la naturaleza salvaje, y en la que poder buscarse a sí mismo, lejos de las ataduras del capitalismo y la sociedad.
A otros les resultará aburrida y les parecerá sólo un montón de ideas utópicas que no llevan a ningún sitio.
El director acierta convirtiendo la película en una “road movie”, y adentra al espectador en la aventura, con soberbios planos de paisajes naturales; interesantes diálogos del protagonista con los personajes que se cruza en el camino; con profundas reflexiones en voz en off… Nos ofrece un cine de compromiso, para pensar…
Y por último, la banda sonora es genial, pero no es de extrañar, viniendo del genialísimo Eddie Vedder. Le da un buen peso a la película y hay varios temas de esos que se te graban para siempre.
Te recomiendo que te subas al viaje… hacia rutas salvajes.